
La Madre
Hoy 3 de mayo de 2.020 celebramos en nuestros corazones “El día de la Madre”. Como ya viene ocurriendo con anterioridad, sabéis que me gusta mucho ir al origen y significado de las cosas, investigando y llegando a la esencia de los arquetipos que se encuentran en nuestra existencia y hoy, es el turno de saber sobre la energía primordial de “La Madre”.
Este año me resulta especialmente hermoso abordar este arquetipo, pues los tiempos que vivimos nos han llevado directos a conectar con “La Madre” en varios sentidos.
Si nos vamos al macrocosmos nos encontramos con la “Madre Tierra” o la “Madre Primordial”, la madre de todas las cosas. Es la presencia del amor incondicional y es capaz de amar todo lo que hay en nosotros y en nosotras. Representa la mágica autoridad de lo femenino, la sabiduría y la altura espiritual más allá del intelecto, lo bondadoso, lo protector, lo sustentador, lo que da crecimiento, la fertilidad y el alimento, el lugar de transformación mágica, del renacer, del instinto o impulso que ayuda, además de ser lo secreto y lo escondido.
A nivel del microcosmos nos encontramos en el hogar, lugar en donde las madres comprenden y llevan a la práctica la idea de nutrición desde un nivel básico, hasta las necesidades de alimento relacionadas con el espíritu. Ellas, las madres, representan la faz positiva que concierne a nuestros vínculos con la tribu, el clan, la familia y la comunidad y su relación con el esfuerzo y la prosperidad. Es también la necesidad corporal de mantenernos vivos y en buen estado de salud, y la necesidad mental de admitir la limitación y la disciplina. Sabe nutrir, sostener, dar amor y cariño, cuidar, escuchar, acoger… Esta energía es especialmente necesaria y grandiosa, pues gracias a ella y sus cuidados, hemos sobrevivido.
La Madre, nuestra madre, nos da raíces y nos permite sentir una profunda conexión con La Tierra. Desde ahí, aquí y ahora en este momento en el que la Tierra rebosa un exuberante florecimiento, y nuestras madres danzan y tejen un hogar cálido y amoroso, hago un llamamiento a levantarnos y honrarlas como ellas se merecen, devolviéndolas multiplicado por todos nosotros y nosotras lo que ellas nos dan cada día. Conectemos con esa energía de madre que llevamos recibiendo toda nuestra vida y que existe en gran medida en nuestro interior y demos con el corazón abierto, solo por el gozo de dar. Estamos viendo que es el momento del cambio y nuestras madres nos han mostrado cómo hacerlo durante toda la existencia. Aquí y ahora nos toca confiar, nos toca accionar y nos toca dejarnos guiar por la inteligencia del corazón, como una Gran Madre hace cada día.

Irene Eugercios.